“Vale la pena cosechar para luego recoger”

Cuando era adolescente y trabajaba como ayudante de las busetas que cubren el servicio intermunicipal en Urabá, luego al prestar servicio militar y después cuando […]

Daniel tiene 39 años, nació y vive en Apartadó, donde vive con su esposa y sus tres hijas. FOTO: Cortesía GreenLand.

Cuando era adolescente y trabajaba como ayudante de las busetas que cubren el servicio intermunicipal en Urabá, luego al prestar servicio militar y después cuando fue celador de una planta de reciclaje, Daniel José ya tenía la intención y el deseo de crecer personal y profesionalmente en una gran empresa de la región.

Tomó impulso y a sus 19 años le pidió a su mamá, Aura Mery, pensionada de Banacol, que llevara una hoja de vida suya a la empresa, con la fortuna de que fue seleccionado para trabajar en oficios varios en la planta de plásticos. Ingresó el 19 de octubre de 2001, el día que comenzó una travesía que lo ha conducido a varios cargos y posiciones, con esfuerzo, dedicación y compromiso, pues además de aprovechar las oportunidades que le fueron dando, él mismo se las fue generando con una capacitación constante.

Saber esperar

En su primer cargo, en la fábrica de plásticos, Daniel le dijo un día a quien era su jefe, el “doctor Otálora”, que él quería estudiar y ascender. “Hay que esperar”, fue la respuesta de su superior.

En su mente se replicaba con frecuencia el anhelo de estudiar y crecer, con unas expectativas muy altas.

“Cuando uno se capacita, se prepara, y busca cómo crecer, y las cosas se le dan, es una recompensa muy grande, como que vale la pena hacer las cosas y cosechar para luego recoger”.


Tres años después, tras saber esperar, Daniel fue convocado por su jefe para avisarle que había una vacante en el almacén como auxiliar. Ese momento coincidió con su ingreso a la universidad Luis Amigó para comenzar la carrera de Administración de Empresas en la sede de la institución en Apartadó.

En el almacén transcurrieron cinco años, los mismos que duró la carrera. Como cierre de ese ciclo, Daniel se postuló para otro puesto en el área de mejoramiento continuo, liderando este proceso en la organización por los siguientes siete años.

El siguiente paso lo dio como supervisor de la fábrica de plásticos, luego de que la empresa le consultara por su interés en esa posición. Estando allí realizó una especialización en logística integral, un tema que le llamaba la atención con el cual se sentía cómodo, y posteriormente la complementó con otra especialización en procesos de transformación de plástico y caucho, la cual está finalizando y recibirá el grado el 9 de abril próximo.

“Siempre sabía que Banacol era muy buena empresa, la mejor de la región”, y por eso Daniel ha devuelto esa confianza con méritos, hasta ser en la actualidad el supervisor de producción, en un recorrido lleno de sorpresas, alegrías y también dificultades, las mismas que él, en su vida misma, ha sabido superar con su dedicación.

Una palabra que le gusta

“Pasión. Me gusta lo que hago, me siento cómo haciéndolo en la compañía”.

Una historia

“Recuerdo los dos ascensos que he tenido, pero en uno de ellos me acuerdo de que luego de la entrevista me tocó esperar como tres meses para que me dieran el resultado. Eran unas ansias por saber si era o no, si ese puesto si era para mí. Cuando me anunciaron el resultado, me emocioné no solo porque iba para un cargo nuevo sino también por el tema económico, y porque lo que hago me gusta, me siento bien y estoy cómodo”.

¿Qué le diría a ese joven de 20 años que llegó a la compañía?

“Que el tiempo de Dios es perfecto. He podido salir adelante junto a mi familia, gracias a Banacol. Me han abierto las puertas y he aprovechado al máximo las oportunidades”.

Sebastián Aguirre Eastman.