Luis, el abuelo al que la vida llevó a enterrarse

Don Luis Miguel López se enterró de pies a cabeza, vivo, en la sala vacía de su casita de latas y palos de madera. La […]

Luis Miguel López.

Don Luis Miguel López se enterró de pies a cabeza, vivo, en la sala vacía de su casita de latas y palos de madera. La vida dura que le ha tocado en los últimos meses lo llevó a tomar esta decisión, acorralado por el hambre, el frío, la impotencia de no poder trabajar y, peor aún, no ser escuchado por ninguna entidad pese a ser un adulto mayor en indignas condiciones de vida.

A sus 74 años armó una protesta que duró 2 días y que puso los ojos de la ciudadanía y de las autoridades, en la invasión Tocaimita de Usme, en Bogotá, la cual, dice la gente, “es un barrio olvidado por Dios”.

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Q’HUBO presenció este martes el drama de don Luis y su hijo Ángel, y los acompañamos hasta que el señor decidió desenterrarse (por segunda vez) con las promesas que el Distrito le hizo ayer en la mañana.

Su relato es conmovedor y retrata la viva imagen que padecen miles de colombianos que no han tenido oportunidad de salir adelante y vivir dignamente.

Con la vida hasta el cuello

La mañana del lunes el hijo de don Luis Ángel David López, de 20 años de edad, encontró una carta escrita con la letra de su padre en la casa, ubicada sobre la calle 86Bis sur con carrera 10C este.

Allí el señor le anunciaba lo que iba hacer más tarde: enterrarse vivo. “Por favor, no me deje solo. Cuente mi historia, de por qué hice esto”, decía en un apartado de la carta.

Ángel quiso sacarlo, pero don Luis, tan terco y aguerrido como dicen que es, no quiso hasta que el Distrito lo escuchara.

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Toda la vida este señor fue un trabajador incansable. Llegó a la capital colombiana desde Chía (Cundinamarca) a trabajar en la agreste capital.

“Nosotros somos 3 res hijos, él siempre nos sacó adelante con su trabajo de manufactura pero ahora él no tiene nada, no tiene auxilio solidario, no tiene vivienda. Somos 3 y el único que está acá soy yo, el único que lo ha apoyado, pero me da mucha pena que no he podido darle ayuda porque tampoco he conseguido trabajo; a duras penas trabajo de mesero los fines de semana y no en lo que me preparé: de auxiliar de enfermería”, nos contó ayer Ángel frente a la vivienda verde donde habita don Luis desde hace un mes.

Al señor lograron desenterrarlo la noche del mismo lunes, pues le habían prometido cumplirle con las mínimas exigencias que expuso en un inicio. Pero esa noche, después de que lo hubiesen atendido en el Hospital de La Victoria, le tocó devolverse a pie hasta la invasión y decidió volverse a enterrar, ya que prácticamente “lo dejaron botado”.

“Estoy haciendo este sacrificio para obtener mi objetivo: tener mi microempresa, poder trabajar mis artesanías. Hago ropa para niños, para mayores, cubrelechos, de todo. Yo me rebusco en toda esa escuela que aprendí durante años. A mí me conocen en el madrugón hasta que un día fui a cobrar y me atracaron”, dijo ayer a Q’HUBO el humilde y soñador costurero.

Víctima de la delincuencia y del olvido

La historia de este costurero comenzó el año pasado tras ser víctima de la delincuencia y del olvido.

“El 21 de octubre del año pasado mi papá se fue a recibir unos pagos. Yo lo acompañé pero cuando fue a subir lo cogieron entre cuatro tipos. Le pegaron en total 14 puñaladas en los brazos. Tuvo que pagar plata para la recuperación y en eso vendió sus tres maquinitas con las que confeccionaba”, añadió el hijo de don Luis.

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Tras el brutal atraco, a don Luis le tocó trastearse al frente de donde vivía. Una señora se solidarizó con él y le cobra 200.000 pesitos por la casa en la que vive sin ningún servicio. De hecho, aún le falta pagar los otros 100 mil.

“La ilusión es volver otra vez a montar mi microempresa y darle trabajo a mis hijos, están desempleados. No tenía otra opción, uno puede salir de aquí pero ¿cómo? Uno sale pero ¿dónde busca trabajo una persona cómo yo? Yo solo quiero que me apoyen o patrocinen para seguir trabajando”, cerró don Luis.

Lo volvieron a desenterrar

Don Luis se negaba a salir. Toda la mañana duró el Distrito tratando de convencerlo, pero como ya le habían mentido una vez, según él, no quería acceder.

Al medio día aceptó a que lo desenterraran, aunque con la promesa de que le cumplieran con alguna de las ayudas. El Distrito dijo lo siguiente a través de la Secretaría Distrital de Integración Social: “Estamos reiterando los acuerdos a los que llegamos anoche y seguimos trabajando con él para mejorar sus condiciones”.

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“Muchos muchacho tienen la oportunidad de estudiar y salir adelante. Yo por desgracia me gradué de auxiliar de enfermería, hice prácticas, pero no me dan trabajo. Uno ve que jóvenes como Epa Colombia lanzan billetes de helicópteros en lugar de ayudar a los necesitados.

“Espero que le brinden a mi papá ayudas. Por favor más conciencia con los adultos mayores, aquí hay mucha pobreza, muchos viejitos y no hay ayudas porque es un barrio no legalizado”, dijo Ángel, el hijo. Cualquier ayuda puede comunicarse al 323 221 73 22.

Juan Camilo Parra / Q’HUBO Bogotá.