Hizo el oso con su primera fotografía y hoy tiene 3 premios Rey de España

A la sala de redacción del periódico El Mundo entró el director técnico de un equipo de fútbol aficionado a cumplir una entrevista con el […]

Manuel tiene 51 años y vive en Envigado./FOTO: MANUEL SALDARRIAGA.

A la sala de redacción del periódico El Mundo entró el director técnico de un equipo de fútbol aficionado a cumplir una entrevista con el área de deportes. Ninguno de los fotógrafos estaba presente y a los periodistas les urgía obtener una imagen de la visita que acompañara el texto que saldría publicado al día siguiente.

“Pero es que acá no hay nadie”, le dijo Manuel, el laboratorista que revelaba las imágenes, a la secretaria, quien pedía que alguien realizara el trabajo. “¿Y por qué no la hace usted?”, le dijo ella.

Él se llenó de pánico. “Yo no soy fotógrafo, ¿y donde me salga mal, qué?”. Pues le tocó. Nunca había cogido una cámara, o sí, pero solo para quitarles el rollo. Era 1992. Dice que hizo el oso. Se encaramó por donde pudo para hacer la imagen y los presentes se reían de sus maromas. Pero hizo el trabajo. Cuando lo reveló se salvaron 2 o 3 fotos que al día siguiente salieron publicadas.

Manuel las exhibía ante sus amigos de cuadra en el barrio Santa Cruz, comuna nororiental de Medellín, como un trofeo. “Mire, mire, lea qué dice ahí abajo: Manuel Saldarriaga”. Qué imaginaría él, que apenas pasaba los 20 años, que luego ese nombre se vería de nuevo miles de veces más, pero especialmente en 3 de sus logros más preciados: los premios Rey de España que ha recibido como fotógrafo de El Colombiano.

“Laboratorista… ¿de física o de química?”

Manuel es empírico. Nunca estudió nada relacionado con la fotografía. Lavaba carros en un parqueadero del barrio El Rosario, en Itagüí, antes de encontrar su primer trabajo formal: laboratorista. Firmó contrato sin tener ni idea de qué tenía que hacer allá: “¿será un laboratorio de física, de química?”. Luego le explicaron de qué se trataba.

Después de que tomó la imagen del entrenador le dieron la confianza y lo dejaron como fotógrafo. Su experiencia fue mejorando. Fue contratado por el diario El Tiempo, vivió en Bogotá 3 años, pero algunas circunstancias familiares lo jalaron de nuevo hacia Medellín.

Su padre había fallecido, corría el año 1995; también 2 de sus hermanos fueron víctimas de la violencia, y Manuel sentía, como el hombre mayor de la casa, que debía acompañar a su mamá y el resto de sus hermanos.

Ya antes había coqueteado con El Colombiano pero la regla allí era que los fotógrafos debían haberse graduado como profesionales; él no tenía ningún cartón que mostrar, pero la experiencia en Bogotá le dio caché y le abrió puertas.

En 2021 cumplirá 26 años en este periódico, donde ha ganado cuanto premio de periodismo y fotografía se le ha atravesado, pero más importante que los galardones es el reconocimiento que ha conseguido de parte de sus compañeros, de los periodistas y de las directivas, que valoran en él la humildad y el compromiso con el que realiza su tarea, la misma en la que sigue con sus maromas y escaramuzas para encontrar el mejor ángulo.

“Esta empresa es mi familia y son mis padres”

“El Colombiano es una familia, voy a cumplir 26 años en esta empresa donde en cierta forma se han convertido en unos padres para mí. A pesar de que venía de Bogotá, acá empecé a tener más formación y más oportunidades; además de tener la satisfacción de haber ganado muchos premios”.

Un momento que no se borra de su mente

“En mi trabajo me ha tocado ser testigo de los contrastes sociales y el conflicto de este país, también de logros deportivos y demás, pero hay un momento que se me viene a la mente: cuando cubrí un accidente de un avión que estaba perdido en las montañas del Valle (el vuelo 965 de American Airlines, en 1995: 159 muertos y 4 heridos).

“Lo estábamos buscando junto a periodistas y las autoridades de socorro, nadie había llegado al sitio de la tragedia. Como al tercer día salimos a hacer un recorrido y se nos unió un señor cuya esposa y sus 2 hijos pequeños venían en el avión. En el camino hicimos amistad, me acuerdo que era dura la subida, muy pantanosa. Cuando arribamos al punto exacto del accidente, los árboles parecían de Navidad, vestidos con las ropas de los pasajeros, había cuerpos debajo de los restos del avión. De repente el señor encontró a uno de sus hijos, lo cargó y se me vino de frente: ‘Fotógrafo, acá están mis hijos’, me dijo.

“Yo tomaba fotos en medio de un mar de lágrimas, porque el señor, en medio de la tragedia, me facilitaba mi trabajo, pero para mí era complejo hacerlo. Fue algo que me marcó como fotoperiodista”.

¿Qué le diría al Manuel Saldarriaga de primer día en el laboratorio?

“Le inculcaría que estudiara un poco más, que tuviera más formación intelectual. Yo no tuve la oportunidad de ir a la universidad por la situación económica y porque arranqué como un obrero, me proyecté ayudarle a mi familia. Pero eso me hubiera dado más profesionalismo, aunque no me arrepiento, le ayudé a mi familia y gracias al esfuerzo pude sacar otros 2 fotógrafos adelante, mis hermanos Jaime y Santiago”.

Sebastián Aguirre Eastman.