En el Giro de Italia, Girmay rompió a pedalazos la historia del ciclismo

Ningún ruido es tan hermoso como cuando se rompe la historia. Cada pedazo es un acorde, un riff danzando en el inmenso pentagrama de la […]

Biniam Girmay, nacido en Eritrea. /FOTO: EFE.

Ningún ruido es tan hermoso como cuando se rompe la historia. Cada pedazo es un acorde, un riff danzando en el inmenso pentagrama de la humanidad; una melodía del caos, del irremediable y constante cambio, y asusta, sin duda, pero también es emocionante.

Hoy, la historia que se rompió fue la del ciclismo, y sonaron campanas, bielas y cadenas sobre el pavimento. Ganó Biniam Girmay, africano, negro; supernova del nuevo mundo, recién desempacado de su capullo, pues nació en el año 2000, en Asmara, Eritrea, pequeña república del noreste de África, fundado por portugueses y colonizado por los italianos mucho antes de su independencia de Etiopía, en 1993.

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Tiene 22 años y no es la primera vez que hace añicos las frías estadísticas, que las reinventa. Fue el primer africano negro en ganar una clásica con adoquines, la Gent – Wevelgem, en Bélgica, una tortura de 248 kilómetros en la que derrotó al portento francés Christophe Laporte, del Jumbo Visma, causando asombro en todo el mundo.

Biniam Girmay ganó en el embalaje. /FOTO: EFE.

“Pero de dónde llegó este muchacho”, se preguntó en su momento Matxin Fernández, del UAE Team. Y Girmay respondiendo como si estuviera pedaleando, con un fogonazo: “Recuerde que soy subcampeón mundial, en la categoría sub 23”.

Y sí, también fue el primer ciclista negro en ganar medalla en un mundial de ciclismo, tras lo cual fue recibido como héroe en su natal Asmara, una de las 6 ciudades capitales del mundo por encima de los 2400 metros sobre el nivel del mar.

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Un día para la historia del Giro

Biniam, casado y con una hija, venció hoy en la etapa 10 del Giro de Italia, una jornada de 196 kilómetros en la que no sólo se viajó entre Pescara y Jesi, sino por las páginas románticas de Gabriele D’Annunzio y Giacomo Leopardi.

 “Celebra el grande, el inefable goce de vivir, de ser joven, de ser fuerte, de hincar los dientes ávidos y blancos en los más dulces frutos terrenales”, escribió Annunzio en los albores del siglo XX, versos confirmados por el eritreo, quien se lanzó como un proyectil, en los metros finales de la etapa, dejando a sus rivales sin aliento, incluyendo al finísimo Mathieu Van der Poel, quien no pudo seguirle el ritmo, a pesar de emplear más de 700 vatios de potencia en el remate.

El ciclista del Intermarché-Wanty-Gobert reescribió la historia del ciclismo, la mejoró, la pintó de alegría, y en el podio se bañó de vino rosa, y sonrío por todo su pueblo ante cientos de miradas de incrédulos europeos.

La emoción llenó sus pulmones e inundó de lágrimas sus ojos, y por tanto júbilo, al destapar la botella, no estuvo atento al vuelo del corcho, quien lo impactó en un ojo, dejándolo parcialmente ciego.

De inmediato fue llevado a su hotel, rodeado por los médicos del Intermarché, equipo al que llegó el joven africano después de la desaparición del Delko, y en el que estará hasta 2024.

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Lo de Girmay es inolvidable y sí, increíble. Lleva 3 años zumbándose la historia y ganando en terrenos inexplorados. Y pensar que, cuando tenía 11 años, quería ser futbolista, y apenas hasta los 13 se subió a una bicicleta, gracias a que su hermano mayor se la regaló por cumpleaños.

Antes de los 15, el papá, carpintero de profesión, le regaló una bici nueva y mejor, y así empezó a crecer la pasión. Más tarde, debido a sus progresos, se mudó al Centro Mundial de Ciclismo (WCC) en Aigle, Suiza, y desde entonces no ha parado de cosechar triunfos. En su etapa de júnior, incluso, fue de los pocos que pudo vencer a Remco Evenepoel, el belga que es comparado con Eddy Merckx.

Un gesto para la historia del Giro de Italia. /FOTO: EFE.

Jean Jacques, su primer entrenador, fue quien le dijo: “Mira Biniam, céntrate en las clásicas y te irá bien”, y le creyó. No es el único africano en el Wolrd Tour.

Comparte los mismos sueños que Louis Meintjes, Natnael Berhane, Amanuel Ghebreigzabhier y Natnael Tesfatsion, entre otros, pero sólo Girmay ha dado ese salto de calidad tan esperado.

Hoy hizo historia, zarpándose los kilómetros finales de la exigente etapa 10 del Giro como si tuviera 15 años de experiencia.

Ganó atacando de lejos, envuelto de viento como una delicada cometa

“Escucho los silbidos del viento sobre los campos, y en medio del infinito silencio tanteo mi voz: me subyuga lo eterno, las estaciones muertas, la realidad presente y todos sus sonidos. Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento: y naufrago dulcemente en este mar”, termina un poema de Leopardi, y así culminó la jornada de Girmay en Jesi, navegando en el inmenso mar de sus propios sueños.

Mañana, el Giro viajará a Reggio Emilia y quizás la historia vuelva a romperse, a convertirse en melodía, a través de los sonoros pedalazos de audaces y jóvenes ciclistas como el eritreo.