¡Hasta siempre, maestro! El fútbol colombiano despide a Miguel Ángel Russo
El fútbol sudamericano llora la muerte del entrenador. En Colombia, lo recordaremos por su caballerosidad, títulos y cercanía humana.
El corazón del fútbol sudamericano se ha encogido de dolor. Este miércoles despedimos a Miguel Ángel Russo, un nombre que en Colombia resonará por siempre con respeto, caballerosidad y afecto. El técnico argentino, que dejó una huella imborrable más allá de los colores, falleció este 8 de octubre, dejando un vacío que no será fácil de llenar en los banquillos.
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Russo no fue solo un estratega; fue un maestro de la vida. Su paso por el fútbol colombiano, especialmente en Millonarios, estuvo marcado por una serenidad única, un temple que se convirtió en su sello personal. En un deporte a menudo dominado por la pasión desbordada, él representaba la calma, el trato deferente con los medios y, sobre todo, una cercanía genuina con sus jugadores.
El caballero que unió a la tribuna
Si hay algo que definió la figura de Russo en nuestro país fue el respeto transversal que se ganó. Los hinchas lo admiraron y lo apoyaron, incluso si no dirigía a su equipo. Su caballerosidad era un valor raro y valioso en el fútbol moderno. Nunca una palabra de más, nunca un gesto desmedido. Para los periodistas, fue un interlocutor de lujo, siempre dispuesto a hablar con la serenidad de quien entiende el juego y respeta el rol de cada quien.
Pero donde su leyenda creció fue en su lucha personal. Durante su etapa en Bogotá, Russo libró una batalla silenciosa contra el cáncer. Su resiliencia, su capacidad para seguir dirigiendo y luchando mientras recibía tratamiento, lo convirtió en un símbolo de la perseverancia. La hinchada, de todos los equipos, se volcó en apoyo, reconociendo no solo al estratega, sino al ser humano.
Títulos, jerarquía y un legado de humanidad
Aunque su mayor logro fue la Copa Libertadores con Boca Juniors en 2007, en Colombia, Russo se ganó un lugar en la historia grande de Millonarios, cortando una sequía de títulos en 2017 y sumando la Superliga en 2018. Más allá de las copas, su verdadero legado fue el de la dignidad profesional y la enseñanza de que el fútbol se juega con la cabeza fría y el corazón caliente, pero siempre con respeto.
Su estilo, que combinaba orden táctico con un mensaje simple y contundente para el jugador, lo hizo brillar. Pero su huella más profunda no está en las estadísticas, sino en el cariño de los futbolistas que lo vieron como un padre y en el aplauso de una afición que supo distinguir al gran técnico del gran hombre, que según lo registró Espn, se convirtió en el estratega argentino con más partidos dirigidos (más de 1000) en la historia del fútbol profesional.
El fútbol llora la partida de un grande. Miguel Ángel Russo se ha ido, pero nos queda su ejemplo: el del técnico sereno, el de la persona íntegra y el del luchador incansable. Descansa en paz, maestro.
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